jueves, 19 de junio de 2014

Ese libro que nos llama



Hace algunos años regalé un libro a un amigo. Pero él, mientras conducía veloz con su furgoneta por los bosques de Girona llevándome de dolmen en dolmen, me regaló algo mucho mejor: un pensamiento. Por aquel tiempo se pusieron de moda los e-books. ¿Qué te parecen? ¿Mejor que los de papel de toda la vida? Entonces él dijo su pensamiento, ese que os digo que me regaló sin saberlo, así como si nada. Yo al principio lo acogí con una sonrisa en los labios, escéptica, pero después me descubrí soñando despierta imaginando reales sus palabras.

Si, ya van, ya las digo… Mi amigo me comentó que  prefería más los de papel y que además le gustaba prestarlos porque los libros guardaban las emociones de los que los habían leído antes. Según él era como si el libro, además de su contenido en tinta, fuera acumulando entre sus páginas las vibraciones del alma de quien los siente al leerlos. Ahora entendéis mi sonrisa ¿no? Pero, vamos a soñar un poco, porque de eso va en parte lo de leer ¿verdad?

Y es que atribuimos a muchos objetos y seres un ánima, forma parte de nuestra psique, y si ese objeto ha pertenecido o ha estado en contacto con alguien en determinados momentos, buenos o malos, pues le damos más valor. Por algo se mueve tanto dinero cuando se subasta un guante de Michael Jackson, una joya de Lady Di o la chaqueta de algún asesino en serie… esos objetos contienen para nosotros una historia, sí, pero también la emoción impregnada de su antiguo propietario. Parece como si, aun fallecida, algo de esa persona sigan ahí, lo que sintió haciendo uso de esos objetos. 

Los libros son un soporte que nos pone en contacto con autores lejanos o cercanos, fallecidos o no, de hace miles de años o contemporáneos, alguien que nos cuenta algo de sí mismo, del mundo que vivió, pensó y sintió. Como decía mi amigo Carl Sagan en su libro Cosmos: El autor habla a través del tiempo de forma clara y silenciosa, dentro de nuestra cabeza, directamente a nosotros”. Y mi genial amigo Stephen King, el autor de best-sellers de terror, llama a esto “Telepatía de verdad (…) cuando se tocan las mentes sin chorraditas místicas”

No os confundáis, a Carl y a Stephen no los conozco en persona, ni ellos a mí. Por desgracia uno ha fallecido y el otro me toca muy lejos pero los considero mis amigos del alma porque tengo muchísima telepatía con ellos, de la buena, como dice Steve, con el que ya tengo algo de confianza.

Pero bueno, sigamos soñando… imaginemos que soy el niño lector de La Historia Interminable ése que roba un libro por el que se siente atraído de manera irreprimible y que un "confiado" librero había dejado a su vista. Ése que al comenzarlo a leer pasan muchas cosas dentro del libro, de la historia y de él mismo. Bueno, pues demos vida a los libros, o alma, o conciencia o lo que queráis e imaginemos que nos llaman desde el lugar donde están depositados, a la vista o no, como si fueran los tambores del juego Jumanji, reclamando que los saquemos a la luz y siga el juego de la telepatía en marcha. Así me lo he sentido yo varias veces.

Sí, ya se, probablemente retenga más en mi memoria todos los libros que encontré por pura casualidad y me encantaron que los que me parecieron un bodrio, es un sesgo humano muy común, pero no me agüéis ahora la fantasía ¿de acuerdo? ¡Hemos quedado en que estamos soñando! 

Mi descubrimiento tuvo lugar en un lugar de Cantabria de cuyo nombre no quiero acordarme (Alonso Quijano, otro loco por la lectura) Imaginaos. Lugar paradisíaco, brisa marina al atardecer, horizonte azul y gente recogiéndose después de un día de playa porque amenaza lluvia. En el paseo marítimo habían instalado unas casetas de venta de libros, tanto nuevos como de segunda mano. Siempre he sentido lástima por los libros de segunda mano, son como perros abandonados de los que intentan deshacerse, sacarles el último suspiro económico antes de acabar en algún contenedor de basura. A veces se encuentran cosas interesantes y me gusta saber que los salvo de la hoguera del olvido de Fahrenheit 451… ¿Me vais siguiendo? Si no es así no os preocupéis que al final os pongo el enlace. 

Estaba bien escondido, mi libro, pero sentía los tambores cada vez más fuerte y, como si jugaran al frío frío o caliente caliente, mis manos fueron acercándose hasta dar con él. No se si fue la portada, la reseña o qué pero en ese instante supe perfectamente lo que sintió el niño de “La Historia Interminable” (Bastián Baltasar Bux). Yo no lo robé y mira que tuve ocasiones. Lo dejé donde estaba, bien guardadito y me fui a dar un paseo. No iba a llevármelo, no tenía ni idea de quién era el autor ni nada de nada, pero el dichoso libro me atraía como un imán y no me lo quité de la cabeza mientras andaba descalza por la playa. Pensé que ojalá existiera un Cementerio de Libros Olvidados.


 Ya sabéis lo que pasó después. Lo compré. Ni siquiera abrí la primera página para echar un vistazo al estilo o de qué iba realmente. Me encantó. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con un libro, disfrutar de verdad, ponerme los pelos de punta y emocionarme, vaya. Así que si algún día ese libro acaba en manos de alguien pues ya lo he recargado más, supongo. Desde entonces decidí escribir en cada uno de mis libros  el por qué lo tengo. La historia de estos encuentros es a veces bastante curiosa.

Los que más me impactan son los de personas fallecidas ya hace años que escriben con una profundidad y sabiduría que hecho en falta hoy en día. Tengo la sensación de que se repiten temas, se copia a otros y encima mal, superficialmente, para ganar dinero o por moda, no se, pero surgen gurús de la novela historia o de la autoayuda que dejan mucho que desear cuando se conocen verdaderos maestros cuyos nombres no son tan conocidos. Pongo dos ejemplos:

Dale Carnegie con uno de sus libros “Cómo ganar amigos” de 1936, un libro lleno de reflexiones profundas con un lenguaje cargado de sabiduría, afortunadamente reeditado y traído a la vida. Y el otro es Lucano, poeta romano del siglo I, con su “Farsalia”. Si os gusta Lovecraft o Poe disfrutaréis mucho con este maestro en la descripción directa y sin anestesia de las guerras entre César y Pompeyo, nada infantil y romántico como estamos acostumbrados. De la mano de Lucano he entrado en un bosque maldito celta al que temen hasta las legiones y de la mano de Dale Carnegie he aprendido mucho de los seres humanos. 

Y según mi amigo, ese que me regaló su pensamiento, el de la furgoneta que iba dando botes por los caminos de Girona, esas emociones que he sentido con ellos al leerlos las descargo con mi mirada y mis manos en el libro físico que contienen su mensaje y su poder se renueva. Les dejo a los más místicos creer si el libro tiene alma y vida. Quizás es lo que proyectamos e imaginamos del autor, al que revivimos, pero lo importante es el encuentro y disfrutar de nuestra suerte cuando éste se produce. 



Como dice mi amigo Carl:

“Los libros nos permiten viajar a través del tiempo, explorar la sabiduría de nuestros antepasados, nos conectan con las intuiciones y los conocimientos extraídos penosamente a la naturaleza, de las mejores mentes que hubo jamás, con los mejores maestros, a fin de que nos instruyan sin cansarse y de que nos inspiren para que hagamos nuestra propia contribución al conocimiento colectivo de la especie humana”

Quizás mi amigo Rafa de Girona ni se acuerde de aquella conversación pero yo sí. Quizás algunos escritores no recuerden lo que escribieron con exactitud porque lo hicieron en un momento y estado mental determinado, quizás estén muertos, pero la telepatía sigue funcionando ¿no? 
¡Y de MARAVILLA!


Lo prometido es deuda:

 Cosmos, de Carl Sagan y todo lo demás que ha escrito. Este hombre dejó toda su alma en Cosmos, el libro de la serie de TV. No pongo enlace. Hay miles en la red.





La historia Interminable, de Michael Ende. Es muy distinto leerlo con doce años que siendo un adulto. Maravilloso y profundo. Revelador.








  Mientras escribo, del maestro Stephen King. Alucinareis con este libro, sobre todo si os gusta escribir. Enlace con reseña del mismo.


  







 La Farsalia, de Lucano. Aquí os dejo otro enlace que explica más sobre él.


 
  Fahrenheit 451, del genio de la ciencia-ficción Ray Bradbury. Tenéis la peli o el libro. Ambos con bastantes añitos ya. Podrían hacer un remake bien chulo, pero bien hecho, si no mejor no tocar nada. Inquietante, a veces me dan ganas de memorizar los párrafos que más me gustan de cualquier cosa cada  vez que recuerdo sus escenas.








Cómo ganar amigos, de Dale Carnegie. Lo tenéis en .pdf aquí








La Sombra del Viento, de Carlos Ruiz Zafón. A ver si algún afortunado descubre el Cementerio de los Libros Olvidados, pero que no se enteren los bomberos de  Fahrenheit 451



JumanjiLa película, genial. No va de libros pero si de tambores insistentes que no anuncian nada bueno. El cuento en el que se basa es de Chris Van Allsburg.








Momentos de Protección, de Eric Fosnes Hansen. Mi descubrimiento, bueno uno de ellos. Menos mal que los insistentes tambores de Jumanji solo los oí yo. 

El lugar de Cantabria de cuyo nombre si quiero acordarme es Suances y el librero, con montones de historias que contar sobre libros y lectores, es Augusto.




jueves, 5 de junio de 2014

Collar de Moscas




Mis hijos son pequeños, pero comienzan a tener una idea de lo que es la Historia, de que hace muchos años la gente vivía de otra manera, haciendo cosas muy diferentes, a veces raras. Creo que casi todos los niños descubren la Historia de la mano de los egipcios, con sus momias, pirámides, su forma vestir y su enigmática escritura… Pero a los míos, lo que más les llamó la atención es la relación que los egipcios mantenían con los animales que, en su mayoría, eran adorados como dioses.

Monos, cocodrilos, gatos, serpientes, buitres, abejas, escarabajos… (sí, ya llegamos a los bichos) y moscas. Todo les valía. Pero ¿Por qué adoraban a los animales?, me preguntan con extrañeza en la mirada, ¿Qué tienen los animales mejor que nosotros para ser dioses? Y entonces pasamos de la lección de Historia a la de Ciencias Naturales, Religión, Psicología o todo junto y revuelto porque una pregunta lleva a otra.

Hace unos días cotilleando por Internet me topé con una noticia sorprendente:

“Las moscas piensan antes de actuar”





¡Venga ya!, me dije. Y es que a mí las moscas me dan asco, casi todos los bichos, vaya, pero las moscas tienen el plus de ser tontas. Las abejas son sabias, las avispas despiadadas, las hormigas trabajadoras, las arañas habilidosas… el mundo de los insectos es amplio y diverso pero las moscas…

Están, con perdón,  las de la mierda, las cojoneras, las tsé-tsé, el moscón pegajoso, vamos que son de lo más pesado que hay en el mundo de los insectos. ¡Pero si hasta la gente disfruta matándolas! e incluso hay un cuento clásico infantil en el que un sastrecillo muy valiente alardea de su hazaña de matar a siete de un golpe… nuestra cultura es así, qué le vamos a hacer. No se si un egipcio, pero un budista se echaría las manos a la cabeza.

Pero es que cuando entra una mosca en casa, acudimos prestos trapo de cocina en mano para espantarla y dirigirla a sustos hacia la ventana abierta de par en par, pero la muy tonta no la ve con los ojazos que tiene, sale, entra otra vez y sigue dando vueltas por toda la casa… es agotador para nosotros y supongo que para la mosca. Y ahora llega un grupo de científicos de la Universidad de Oxford y dice que las moscas piensan y toman decisiones e incluso “meditan” cuando se enfrentan a un problema. Bueno, la verdad es que eso es más de lo que hacen algunas personas que conozco, así que seguí leyendo la noticia con interés.

Muchos pensarán que dotar de inteligencia a una mosca es casi una herejía, que se han equivocado al interpretar los datos o se trata de un titular vistoso, que esta cualidad tan sublime de la que hacemos tanta gala solo la podemos compartir, un poquito, con algunos primates. Pero la Ciencia nos sorprende cada día desmontando mitos. En palabras de Gero Miesenböck, el investigador: “Lo que nuestros resultados muestran es que las moscas de la fruta tienen una capacidad mental sorprendente que antes no había sido reconocida”. Todo, como siempre, es culpa de un gen. “¿Qué una mosca comparte el mismo gen que yo?”,  dirá alguno con el orgullo herido. Pues sí.

Solo los sabios egipcios podían ver, allí donde hay defectos, una virtud. Ser pesado, insistir una y otra vez y molestar es una ventaja. De hecho creo que las moscas llevan en este mundo mucho más tiempo que nosotros equipados con tanto intelecto. Los egipcios lo sabían, por eso la incluyeron dentro de sus animales valorados, tanto que la máxima condecoración a la que un militar egipcio podía aspirar era al collar de moscas de oro, por comportarse como ellas con sus enemigos y hostigarlos una y otra vez hasta decir basta, vaya.

Las moscas no son conscientes de sus decisiones, pero nosotros tampoco, lo siento, pero la Neurociencia lo ha demostrado hace tiempo. No hablo de decisiones triviales como qué me pongo hoy o qué cocino, sino si me caso o no, con quién, dónde quiero trabajar, etc. Hay personas a las que casi les repele ser comparadas genéticamente con un animal, se sienten superiores por tener mayor inteligencia o ser seres espirituales, pero no somos ni superiores ni inferiores en nada, cada cual posee unas cualidades que le ayudan a sobrevivir. Supongo que las moscas podrían pensar que somos unos ineptos por no poder volar haciendo sus piruetas o ver el mundo como ellas y nos compadezcan y pregunten que para qué estaremos en el mundo sino para molestar y hostigarlas, a ellas y a todo bicho viviente.

Incluso nuestro cerebro, el órgano del que presumimos orgullosos, es una auténtica chapuza, lleno de parches evolutivos que nos permiten ir tirando, pero lejos de ser eficaz como creemos, más bien nos lleva a cometer innumerables sesgos cognitivos y que cuenta con una memoria limitada y caótica que se inventa así misma… vamos, que deberíamos bajar de nuestro pedestal y tener un poquito de humildad. Lleva tiempo, lo se, nos creemos maravillosos, el culmen de la creación, los elegidos para entender realidades trascendentales, pero os pediré una cosa. No os hagáis budistas si no queréis, ni os enamoréis de las moscas, tan solo, antes de matar a una que ande despistada, recapacitad porque quizás está pensando, tomando alguna decisión de por dónde salir y seguir con su vida en un lugar más tranquilo.




Os recomiendo unos fantásticos enlaces:









martes, 20 de mayo de 2014

Necesitamos tener sus cuerpos


El pasado mes de abril contemplé con asombro en el telediario la noticia de que, en un antiguo convento de Madrid, se buscaban los restos de Miguel de Cervantes. Ah, ¿pero es que no hay una tumba conocida? Pues no tenía ni idea.  Al gran Cervantes, autor de El Quijote y de otras obras increíbles, no lo tenemos enterrado como el personaje ilustre que fue. Para lograr encontrarlo utilizaban un georadar, un aparato sofisticado que, a modo de aspirador-escoba, rastrea si necesidad de perforar toda la iglesia en busca de sus huesos. He dicho sofisticado, es decir, muy caro.


La periodista, con cierta ironía, dijo algo así “Nos dejó lo mejor que tenía, pero nos empeñamos en recuperar su cuerpo”. Pues es verdad. Nos gastamos en época de crisis un dineral en algo que, bueno, de qué sirve ¿para poner una losa con una cruz e ir de peregrinaje? ¿o para anotarse un tanto los descubridores? Lo mejor que nos dejó Cervantes, su obra, sigue con nosotros aún muy viva. No vamos a estar más cerca de él teniendo bien visibles sus restos… ¿o sí? La verdad es que todo es más complejo de lo que parece.

Pensemos en los fallecidos en circunstancias trágicas que tardan mucho en recuperarse o bien es imposible hacerlo. Todos entendemos el consuelo que supone hallarlos, aunque pasen muchos años y se encuentre lo que se encuentre. Darles una digna sepultura, hacer un funeral y por fin descansar todos. Se cierra un doloroso duelo. Sus cuerpos son importantes, al menos en nuestra cultura. Por eso nos desvivimos por recuperarlos o, en algunos casos perderlos, como por ejemplo los de Bin Laden o Hitler. Vale, con los fallecidos recientes está claro y si no que se lo digan a los familiares de los militares fallecidos en Turkía en el YAK-42 o a los padres de Marta del Castillo. Hay que darlo todo por tener sus cuerpos. Pero en esta entrada quiero hablar de otros, los lejanos.

Hace algunos años me quedé extasiada contemplando la momia de Ramses II en el Museo Egipcio de El Cairo. No podía creerme que aquel que tenía ante mí fue el hombre que milenios atrás hizo lo que hizo. Contemporáneo de Moisés, Agamenón, Menéalo y Odiseo (de cuando la guerra de Troya), ahí es nada. Me paré a contemplarle bien de cerca durante un rato. Estaba alucinada del estado de conservación. Aún sus restos transmitían el porte, la fuerza y el carácter de alguien fuera de lo común. Fue como tender una mano al pasado y conectar con él, con la persona que fue, con una época, conectar con algo tangible y no solo escrito en los libros o en las piedras. Y es que ¡era él!


A mí me gustan los muertos. Entendedme, quiero decir que me imponen un gran respeto por lo que fueron en vida, por el ser que contuvieron. Ir a la tumba de alguien y contemplar su lápida me reconforta con el ser que fue y el recuerdo que tengo de él, me hace sentir más unida a esa persona, me emociona e incluso hablo mentalmente como si pudiera oírme y contestarme a todo lo que me gustaría saber de lo qué pasó, de lo que sintió, de… muchas cosas. Quizás por eso necesitamos tener sus cuerpos cerca.

En España existen muchos restos perdidos de personajes ilustres. Puede que esto sea reflejo de dejadez, indiferencia o debilidad cultural de nuestra sociedad ante personas que nos dieron tanto. Puede que un signo de respeto por nuestros grandes hombres y mujeres de ciencia,  artes, mística y poder sea encontrar sus cuerpos y honrarles por lo que hicieron como debe ser. ¿Dónde están Velázquez, Quevedo, Cristóbal Colón…? Nos consolaremos con los que tenemos. Aún nos quedan restos del Cid, que viajaron más que él en vida, incluso existe la tumba de Bavieca, su caballo, que se la ganó. También los creyentes afirman que tenemos los de Santiago Apóstol, algo es algo.

Confieso que me encantaría visitar la tumba de personajes de los que solo existe el eco de sus hazañas o de su obra, sé que no es tan importante, que lo mejor de ellos es su legado, pero soy humana y saber que siguen ahí, aunque sea la falange de un dedo, me emociona.

Hay personas para las cuales el vínculo sigue existiendo, y debería ser un vínculo colectivo, de toda la humanidad, por eso se empeñan en encontrar sus cuerpos. Se sigue buscando la tumba de Alejandro Magno y la de Jesús de Nazaret, que parece haber sido hallada hace años, aunque los intereses religiosos y arqueológicos siempre harán dudar de ello. Necesitamos tener sus cuerpos para conectar con su existencia en este mundo, que no son un cuento, una mentira y que siguen con nosotros.


Acerquémonos a ellos, leyendo o contemplando sus obras, yendo a los lugares donde vivieron, caminaron y crecieron, visitando sus restos… da igual dónde o cómo. Lo que importa es lo que aún nos hacen sentir pase el tiempo que pase.


Os recomiendo algunos enlaces:


lunes, 5 de mayo de 2014

Háblame de los colores del mundo




Hace ya unos cuantos años paseaba por la ruta de los dinosaurios de Soria para ver sus huellas, que allí son muy numerosas, y pasé por un pequeño pueblo llamado Bretún que, haciendo gala de su extinguida fauna, exhibía orgulloso enormes figuras de dinosaurios.
Pero el verdadero descubrimiento no fueron las huellas de aquellos seres de un pasado remoto sino una habitante del presente que nos salió al paso a medio desayunar, con mandil aún puesto y vara de las que se usan para llevar al ganado. Cada turista que pasaba por delante de su puerta era abordado con pasión por Sara, dispuesta a enseñarle las marcas dejadas en la roca del corral de atrás con un desparpajo que dejaba boquiabierto a cualquiera y utilizando términos científicos sin ningún complejo, vaya.

La vara resultó ser la herramienta con la que conducía a los turistas y señalaba las icnitas, coprolitos y demás rastros por los alrededores de su casa que estaba plantada, como todo el pueblo, sobre un extenso yacimiento. 

Sara era muy mayor y ahora no se cuántos años tendrá o si está aún entre nosotros, pero saboreó los placeres de la fama, fue a la televisión y sus videos están en YouTube. Y es que la gente iba a Bretún por el boca a boca, querían verla y escuchar sus lecciones magistrales sobre Paleontología porque, a pesar de su andar encorvado, Sara transmitía emoción, entusiasmo, buen humor y una gran, grandísima inteligencia.


La pregunta que me hice al abandonar Bretún fue: ¿Qué habría llegado a ser esta mujer si hubiera podido estudiar, si hubiera tenido oportunidades? Seguro que habría llegado a catedrática por lo menos… ¿Seguro?


Me he encontrado a gente en los sitios más escondidos, y no tan escondidos, realizando actividades, muy honrosas sí, pero que no estaban a su altura. Personas con una inteligencia superior que por circunstancias de la vida y por sus propias elecciones han permanecido en el anonimato pero que no pueden disimular la luz que llevan dentro.

Por decirlo de una manera burda, hay gente lista, hay gente inteligente, hay gente muy inteligente y hay gente superdotada. De ésta última voy a hablar.

Es el gran drama de este país. Siempre hay alguien que se nos cuela en la vida por tener un conocido con más o menos poder e influencia que nos quita el puesto que merecemos más que él, al que le dan mejor nota en el cole, al que le atienden antes y mejor en el médico, o que han cambiado un favor por otro… y no me digáis que no es así porque lo he sufrido en mis propias carnes y también muchos como yo, no es algo del pasado ni tampoco excepcional. La corrupción no es una cosa de políticos o empresarios, sino que está a todos los niveles, como si nuestra sociedad sufriera de una gran e irrevocable metástasis. 

Pues imaginaos el potencial que se pierde en estos caso si se trata de personas con altas capacidades. Algunas consiguen sus objetivos y se sienten realizadas, pero otras muchas pasan sin pena ni gloria por la vida sin poder realizarse y, lo que es peor, la sociedad no se puede beneficiar de su don. Así que se sienten totalmente fuera de lugar.

Sí, esto no es nada nuevo, ya lo se. Pero hace unos días entré en una librería y me llamó la atención un título “¿Demasiado inteligente para ser feliz?”, de Jeanne Siaud-Facchin, editorial Paidós, que habla de las grandes dificultades que tienen los adultos superdotados en la vida cotidiana. 

Superdotados sin ser detectados ni por su entorno ni por ellos mismos, aunque sí saben que son diferentes, que no encajan, que los demás no les entienden en su pensamiento… y no es que sean mucho más inteligentes que la gran mayoría, es que ven el mundo de otra manera, interpretan, evalúan, hacen conjeturas a una velocidad y con una complejidad muy elevada para el común de los mortales. Es como si todos viéramos en blanco y negro y existiera gente muy buena en discriminar los matices de gris. Pero el superdotado no solo ve el blanco, el negro y los matices de gris, sino que ve montones de colores. Nadie va a entender de lo que habla y por eso muchos fingen para sentirse menos raros, pasando así desapercibidos.



Tengo la suerte de haber conocido a alguno y de haber conocido también las vicisitudes de su vida por colársele alguien por delante que no veía más que en blanco y negro pero era hijo, conocido de… o hizo un intercambio de favores. Con los años muchos acaban desarrollando una actividad que les permite ganarse la vida y además son felices, otros viven frustrados, aburridos y agachan la cabeza. Más que un don a veces la sobredotación intelectual es vivida como una maldición. El miedo, la culpa, el sentimiento de imperfección, la inseguridad, la depresión, una gran hipersensibilidad emocional, sentirse solo… son características de estas personas que pasan del 130 de C.I.

Escuchémoslos, aprendamos de ellos en cuanto nos sintamos cerca de alguno, porque tienen mucho que darnos. Quizás vivan camuflados de albañiles, de cajeras, mecánicos, pastores o amas de casa. También los hay desempeñando profesiones donde deberían abundar más por su complejidad. Haciendo un símil televisivo serían el House de los médicos o el Grissom de la policía científica, gente un poco fuera de lo normal tanto en su personalidad como en sus capacidades. Si nuestras instituciones no los detectan, nuestros políticos los ignoran y siguen a lo suyo… ¡Cuánto estamos perdiendo!

Mensajeros de una realidad que no vemos pero a la que ellos pueden acceder os animo a descubrirlos y a que les azucéis, tengan la edad que tengan, sean de donde sean, para que desarrollen todo su potencial porque el mundo los necesita y quizás podamos aprender de ellos a ver el cielo de color azul y no gris.



Os dejo algunos enlaces sobre Sara por si tenéis curiosidad. Desconozco si era o no superdotada de manera oficial, pero lo que sí se es que es un ejemplo para todos.

También os recomiendo el libro, sobre todo si trabajáis en recursos humanos, educación o si sospecháis que sois uno de ellos, un superdotado, y nadie os lo ha dicho y os sentís avergonzados solo de pensarlo. Si es esto último quizás deberíais “salir del armario” y os animo a que sigáis los consejos de la autora.









             

  • Temporada 6 de "HOUSE" Capítulo 8 . "IGNORANCE IS BLISS" Os recomiendo este episodio donde un superdotado decide "hacerse tonto" combinando fármacos con alcohol por no poder soportar la presión afectiva que en su vida cotidiana supone ser un genio. Caso que puede ejemplificar a muchos anónimos en cuanto a la angustia y soledad que pueden pasar estas personas. 


domingo, 20 de abril de 2014

Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad



Pues sí, cuando Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, convertido a gladiador a la fuerza, suelta esta frase al inicio de la película Gladiator, nos sobrecoge y motiva igual que a sus hombres antes de entrar en batalla. Las batallas son importantes en tiempos de guerra, pero hay muchas otras que se hacen en silencio, con humildad y tesón, las batallas de las ideas y esas sí que tienen un eco largo y profundo, con perdón de cualquier general romano, chino o de donde sea.

No es una persona totalmente anónima la que presento hoy en esta entrada del blog, pero lo es para una gran mayoría. Sus hazañas sólo las conocen algunos y su nombre se va borrando de la memoria colectiva, aunque se lee en los letreros de alguna calle, plaza o colegio.
¿De quién hablo?. De Concepción Arenal. Vaya rollo, no?. Pues no, no os engañéis. Uno se puede disfrazar de muchas cosas según qué batalla. De general romano queda genial, impresiona, es chulo, sí. También uno se puede disfrazar de hombre para ir a la universidad como hacía nuestra amiga o también con un traje más negro que un tizón del cuello hasta los tobillos, pero el disfraz que le tocaba llevar a Concepción no podía aprisionar la luz cegadora que llevaba dentro, una auténtica luchadora dispuesta a darlo todo por sí misma, por su condición, pero sobre todo, por otros. Esa es Concepción Arenal.



Vivimos en un tiempo en el que hemos logrado muchas cosas, sí, pero que queda mucho a pesar de situarnos en la zona del bienestar del mundo. Una muestra de ello para mí es la celebración, casi a diario, del “Día Mundial del Orgullo Gay, del Autismo, del Cáncer de Mama, del Obrero, de la Explotación Infantil, de las Enfermedades Raras, del Medio Ambiente…”. La celebración de estos días llama la atención en problemas reconocidos y aceptados pero aún no resueltos. Pues uno de esos días reivindicativos, de algo que por lógica y ley deberíamos haber erradicado del calendario por su no necesidad de existir, el Día de la Mujer Trabajadora (o sea, el día de la  Mujer) me topé con la historia de esta valiente en una película de RTVE, realizada para tal fin, protagonizada por la magnífica actriz Blanca Portillo. La película trata de uno de los episodios de la vida de Concepción Arenal, cuando era visitadora de cárceles.



Pues sí, lo reconozco con vergüenza, para mí Concepción Arenal era una calle. Ésta:



Concepción. No la pudieron poner mejor nombre. Concebir es procrear, generar, crear, producir… eso hizo esta mujer no solo teniendo hijos como era su obligación en la época que la tocó vivir, sino escribiendo, innovando, planteando retos y ayudando a transformar una sociedad ya caduca en otra más equitativa y humana pero no tonta. Escribió sobre el trato a los presos en las cárceles, sobre la beneficencia y los derechos de las mujeres, todo embutida en ese traje negro por el que rezumaba bondad, sabiduría y, sobre todo,  mucho valor, tanto como el de un general romano antes de entrar en batalla contra alguien que no sabe que debe ser conquistado.




Me gustaría haber conocido a esta mujer, haber tomado un largo café con ella, escuchándola. Pero casi mejor renuncio al café a cambio de tenerla de Presidenta, Alcaldesa, Directora de empresa, Directora del colegio de mis hijos o de lo que sea… necesitamos reivindicar su mensaje para que siga rebotando su eco hasta la eternidad.

Existen muchas webs sobre su vida y obra, a continuación os pongo algunas, pero creo que lo mejor es leer sus palabras:

  • “Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen”
  •  “Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón comprende instantáneamente”
  • “Las malas leyes hallarán siempre, y contribuirán a formar, hombres peores que ellas, encargados de ejecutarlas”
  • “El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído”
  • “Odia el delito y compadece al delincuente”
  • “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”
  • “Cuanto más se dividen los obstáculos son más fáciles de vencer”
  • “La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano”
  • “Las cadenas se rompen con ideas y no a bayonetazos”
  • “Lo más fácil de todo es hacer el mal; tan fácil que se hace solo”
  • “El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras.”
  • “La sociedad paga bien caro el abandono en que deja a sus hijos, como todos los padres que no educan a los suyos”
  • “Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie”
  • “Las virtudes son hermanas que se abrazan estrechamente; cuando una cae, todas vacilan; cuando una se levanta, todas cobran ánimo”
  • “El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro”




Descubridla, por favor. Descubrid sus palabras y llevarlas a vuestro entorno, haced que su eco siga sonando.









jueves, 3 de abril de 2014

Redescubriendo el Museo Arqueológico Nacional


Por fin, después de unos cuantos añitos de obras, se reabre el MAN. Mi primer pensamiento se dirigió a otro lugar reformado, el Alcázar de Toledo. El temor se apoderó de mí ¿Harían lo mismo? ¿Arrebatarían el alma al museo haciéndolo extremadamente aséptico y monótono?
Digo todo esto porque hace un par de años fui a enseñar la maravillosa Toledo a un familiar del extranjero. Después de patear todo el día dejé el Alcázar como colofón final. Testigo de muchas cosas pero sobre todo por unos de los episodios más conocidos de la Guerra Civil. Ambos teníamos interés porque nuestro abuelo había formado parte de esta guerra de manera muy activa (no diré el bando pero puede que no sea el que imagináis)

Bueno, la visita fue un chasco. Habían reformado todo tanto que lo habían dejado el monumento irreconocible. Vamos que ni me enteré de cuándo realmente había entrado en el Alcázar de verdad. Le habían arrebatado el alma, da igual qué tipo de alma y de qué bando, era como era y uno revivía la historia al visitarlo y acercarnos a lo que sucedió, a la gente que pereció allí y en toda la guerra, fueran de donde fueran. Pues todo esto me temía yo, que en un arrebato de no dejar piedra sobre piedra por un afán de modernidad o por un pasado más o menos incómodo, se hubieran cargado el MAN para dejarlo “más bonito” pero sin alma.


No sé quién ha sido el artífice, diseñador, director o personas en general que han hecho esta reforma pero ¡GRACIAS!

Casi me da el Síndrome de Stendhal contemplando sala tras sala, cada una con su reclamo proclamado bien alto, como con vida propia. Con exquisitez, respetando la personalidad de las piezas y del edificio han logrado conseguir una maravilla de museo. Oscuros pasillos nos sumergen, como en un misterioso túnel del tiempo, en el pasado rico y diverso de esta tierra bendecida por todas las culturas imaginables. Gentes atrapadas en su tiempo trascienden ahora a través de sus objetos cotidianos o sagrados y se nos muestran.

No quiero contar mucho, ni entrar en detalles para no adelantar sorpresas, pero no me resisto a soplaros alguna. Por ejemplo, las reproducciones para que invidentes y no invidentes se harten de tocar y sentir el objeto que tras una vitrina resulta imposible, la evocadora iluminación de las piezas, los gráficos y los grandes paneles ilustrativos… es impresionante el trabajo que han hecho. Han conseguido un museo más vivo. Supongo que habrá alguien que diga que no es para tanto, que hay cosas mejorables, yo no entiendo de museística, pero a mí me ha encantado descubrir de nuevo este museo y no me ha decepcionado nada. 


Lo mejor, para mí, las damas ibéricas ¡claro!, lo más genuino y lo más desconocido. Todas bellísimas, imponiendo su majestad, su inagotable magnetismo y poder, su espiritualidad. Aún existe alma en todas ellas, nadie se la ha arrebatado, al revés, la han potenciado aún más.


Me esperan muchas visitas a este museo, con parientes lejanos y cercanos, también en soledad. Al Alcázar no volveré, para mí es ahora un lugar incómodo. Pero os recomiendo que vayáis a los dos sitios y juzguéis por vosotros mismos, no fijándoos en lo bonito o nuevo, sino en la atmósfera que se respira, en lo no perceptible de manera obvia. Sentid al edificio y escuchad la historia que contiene.

¡Feliz visita!

La pega: Museo "no apto" para niños, el acoso y seguimiento es agobiante, incluso para niños que se portan bien, así que llevadlos mayorcitos, en visitas escolares o atados y amordazados. No han pensado mucho en ellos, los depositarios de la cultura y la historia, a la hora de diseñar el museo, poner plataformas, etc. No puede ser perfecto. Lástima.