sábado, 24 de febrero de 2018

Cambiar de opinión... ¡Sí se puede!



Ayer mismo saltó la noticia en la prensa científica. Era un secreto a voces que muchos creían posible hace tiempo, otros no tanto (me incluyo) y otros nada de nada. ¿Algo importante? ¡Sí, mucho!, pero puede que si no seguís estos temas creáis que no lo es.

Resulta que en España tenemos el arte rupestre más antiguo del mundo, datado en unos 65.000 años. Muy remoto, sí, pero lo alucinante es que probablemente no lo hiciéramos nosotros porque aún no habíamos llegado hasta la Península Ibérica. Aún vagábamos por el mundo desde África en un mítico éxodo. 

Estas representaciones "artísticas", o lo que sean, las hicieron otros, los que ya estaban aquí muchos miles de años antes y que habían evolucionado de otro pariente común más lejano, los Neanderthales. Así que... otra bofetada para el ego de los "Homo Sapiens Sapiens", que hasta el nombrecito que nos hemos puesto nos ridiculiza y pone en evidencia.

Muchos habrán puesto el grito en el cielo viendo amenazadas sus ideas bien asentadas de lo que es el Arte, de lo que es poseer una mente simbólica y todo lo que eso conlleva. Siempre se nos ha dado bien considerar a cualquier otra especie terrícola inferior si no hace, habla, manipula y hasta mata con nuestro mismo refinamiento (también se hace dentro de la misma especie con mujeres y personas de otras razas o culturas). ¿Y quién sabe si se encuentran en el futuro evidencias claras de que nuestra especie ya estaba aquí para entonces y que pudo ser ella? Otra vez la discusión y la duda... pero, a estas alturas del partido, los Neanderthales nos adelantan en el marcador con este golazo que nos han metido.


Pero, no quiero hablar de los Neanderthales, aunque me apasione el tema, ni de que los europeos que vinieron aquí eran, hasta hace solo 7.000 añitos, de piel oscura (si vuestros esquemas mentales no toleran la palabra "negra"), ni que en los genes de los europeos y sus descendientes existe ADN de esos rudos, torpones y tontos seres que se han atrevido a garabatear sin permiso nuestros santuarios rupestres... No, no. En esta entrada quiero hablar de lo que subyace de fondo en esta tormenta científica que se ha desencadenado y por extensión a todas las tormentas ideológicas que merodean nuestro horizonte, a saber: CAMBIAR DE OPINIÓN.


Yo lo he hecho varias veces y es peor que un parto. Una está segura de lo que sabe, tiene "pruebas", hechos que lo demuestran... hasta que nuevos datos, pruebas o la misma experiencia en las carnes propias hacen tambalear el bonito edificio de creencias que sustentan con argamasa emocional mi propia vida. Es difícil cambiar de opinión, aceptar que nos equivocamos, aceptar que aquello que defendíamos y asegurábamos como verdad absoluta es endeble, inexacto o, sencillamente, falso. Eso duele. Necesitamos nuestras bellas verdades, aunque sean mentira, para sobrevivir.

¿Existe algún índice de rigidez mental? No lo sé. Creo que tampoco existirá ningún test fiable que lo mida. ¿Y es malo tener rigidez mental? Supongo que será malo si abusamos de ella, al igual que será malo si tenemos un blandiblú por cerebro. La virtud está en el término medio y, sin duda, nuestra especie ha llegado a la Luna y más allá gracias a una combinación de ambas.

"Yo jamás haré eso", "Yo jamás pensaré eso otro"... bueno, el refranero ya nos lo dice bien claro: "Nunca digas de este agua no beberé".

No hay que temer cambiar de opinión. A veces nos pueden frenar los demás, lo que dirán de nosotros, la crítica, la presión y el rechazo del grupo, de la tribu o de la familia (otro elemento clave en nuestra evolución). Lo difícil es sacudir nuestros esquemas mentales y aceptar que todo en lo que creíamos no es como soñábamos. No hay que cambiar de opinión porque sea una moda lo que viene ahora, porque está bien visto ser lo que no somos, porque nos los dicen los influencers del momento. Hay que cambiar de opinión si realmente hemos hecho un profundo trabajo mental, hemos sido sinceros y honestos con nosotros mismos ante las evidencias. Después debemos aceptar el reto de caer en el abismo, de sentir el vértigo, las náuseas y una pequeña muerte en nuestro interior para adoptar otra actitud ante lo que creíamos inviolable. Se sobrevive, os lo aseguro.
Pensad en qué se justifican vuestros credos y si tenéis sinceras evidencias (sin trampas) de que no cometéis sesgos de razonamiento y comenzáis a notar mareos, dolores de cabeza, náuseas y si se enciende el piloto rojo de "Alarma, mi mundo se tambalea"... entonces podéis hacer dos cosas:

1- Ignorar la luz roja y seguir adelante pase lo que pase. Lo más sano y cómodo para vuestra felicidad.
2- Atreveros con lo desconocido. Una montaña rusa emocional, social, una travesía por nuestro propio desierto interior, un desafío.

Hay mucha gente que se ha atrevido con lo desconocido y eso le ha supuesto la lapidación profesional, familiar, etc... pero van con su verdad por delante a por todas. Hay ateos que se volvieron religiosos y religiosos que se volvieron ateos. Hay científicos que enunciaron teorías estrambóticas y estrambóticos que eligieron la ciencia. Hay políticos conservadores que cambiaron al signo opuesto... la lista es larga. Todos se cuestionaron sus creencias, a veces usando la lógica pero no el corazón, otras veces usaron el corazón pero no la lógica, y los más sabios habrán usado ambas.

Para finalizar, si habéis asentido a todo lo que he dicho pensando en el vecino y sus ideas erróneas y no en las propias... pues ya tenéis respuesta (sin necesidad de ningún test) sobre cuál es vuestro grado de rigidez mental y resistencia a las nuevas ideas. 

Todos podemos andar errados y todos podemos ser sabios, pero lo sabio es saber cambiar con honestidad, aceptando que nos arranquen la tirita aunque duela, aceptar la verdad de las pruebas, no los indicios ni las suposiciones, ni lo que nos hace ilusión creer porque es más bonito, romántico o nos hace sentir bien, dejar de estar drogados por el placebo. Cada uno es libre de elegir, pero siempre admiraré a los valientes que se atreven con lo desconocido, aunque lo difícil de verdad es saber ver la senda de la virtud, esa que suele huir de las posturas extremas.

¡Hasta la próxima y que vivan los Neanderthales!



Aquí tenéis a algunas mentes inquietas sin miedo ni a su entorno ni a sí mismos. Hay para todos los gustos:





Natalie Grams es médica y antigua homeópata. En la actualidad es muy crítica con las pseudoterapias. Tenía una consulta y vivía feliz con su homeopatía, pero empezó a cuestionarse muchas cosas y ahora investiga seriamente sobre el tema.








Rupert Sheldrake es el bioquímico británico que postuló una revolucionaria hipótesis en el campo de la biología: la Resonancia Mórfica. Dejó la ciencia ortodoxa y se dedicó a lo heterodoxo. Le critican su vaguedad y muchas más cosas, pero él cree que ahora está en lo cierto.






Jorge Verstrynge es un conocido ex-político y profesor español que fue alumno de Fraga y mamó de las ideas más fascistas de la época, pero después cambio de opinión radicalmente.







Ashoka (232 a.C.). Viajemos a la India. Este es uno de los gobernantes que más hizo por sus congéneres en la historia de la Humanidad, pero antes de eso comandó con éxito una batalla sanguinaria. Murieron tantas personas de una manera tan atroz que la visión de todo aquello le llenó de remordimiento. Decidió convertirse al budismo y hacer florecer el imperio que había heredado con métodos pacíficos.





Jamie Cullum. Músico que pasó del hip-hop al jazz. Lo increíble es que también le gusta el heavy metal. Suena de miedo.









Susan Jane Blackmore. Pasó de ser investigadora de lo paranormal a dedicarse a investigar sobre los memes, la consciencia y otros temas psicológicos desde el camino de la ciencia. Es una eminencia en su campo.









Fred Hoyle
, Caballero del Imperio Británico y 
el astrónomo hereje. Otra gran eminencia de reconocido prestigio. Se apartó "repentinamente" de las explicaciones aceptadas por la ciencia de la física y se dedicó a escribir libros de ciencia-ficción y ovnis.









La datación U-Th de las cortezas de carbonato revela el origen neanderthal del arte rupestre ibérico