Como
últimamente estoy muy Happy Flower he
decidido hablar de algo que existe y nos rodea, algo no tan guay, sino más bien
siniestro, porque en la vida no todo es belleza esperando a ser descubierta. En
ella también existe la maldad, la injusticia, la indiferencia... sí, todo eso
de lo que no nos gusta hablar porque no está de moda o porque si lo haces eres
un amargado que no piensa en positivo, etc. Pues todo eso que no nos gusta existe
por más capas de algodón de azúcar que le pongamos encima y es mejor asumirlo ¡Qué
le vamos a hacer! Así que os invito a que descubramos algo sobre el Maligno...
si os atrevéis a saberlo, claro.
¿Quién es el
Maligno? ¿Cómo se manifiesta? ¿Dónde se esconde? En el frágil y borroso límite
entre el Bien y el Mal, que los humanos hemos construido para explicar nuestra
propia dualidad, aparecen entes o seres que nos dominan los sentidos y la
mente, que esperan con avidez en los oscuros pliegues de nuestra alma para
alimentarse de su tormento y tras nuestra muerte conducirla a sus dominios.
Pero esto es una parte de la historia. Muchos diréis que en realidad se trata
de un mito para tenernos controlados en tiempos pasados y que aún pervive, otros
dirán que es un símbolo de nuestra propia naturaleza o de un cuento para
asustar a los más ingenuos y algunos creerán que es algo absolutamente real...
La verdad es
que si hurgamos un poco en la historia de los mitos rápidamente esa visión del Mal
se queda en eso... una historia de miedo y punto, pero una historia que aún
muchos quieren creer. El escritor Daniel Defoe, ese que nos tuvo en vilo
con las aventuras y desventuras del pobre Robinson Crusoe, escribió en 1726 un
libro atrevido para la época e iluminador, "La Historia del Diablo". Lo encontré en la biblioteca de mi
barrio en una edición reciente y me quedé alucinada por su frescura. Pero aún
después de este libro las ideas sobre el tema han cambiado aunque no para todos. Hoy en día para muchos creyentes cualquier
hecho extraño lo consideran una prueba más de su existencia, por ejemplo las
posesiones, que se acompañan de gran cantidad de comportamientos llamativos e
incomprensibles. Y para los otros creyentes que además son adoradores del Demonio, realizar ritos de lo
más repulsivo y desgarrador es dar gusto a tal ente con fines que sólo ellos
conocen, los seres humanos somos así.
Pero, hay
otro tipo de adoradores de Lucifer que no son seres sanguinarios ni violentos,
entre otras cosas porque afirman que la historia que nos han contado no es exacta.
Los más famosos son los adeptos a la Teosofía (con la inquietante Madame Blavatsky a la cabeza) que consideran a Lucifer como el
portador de la Luz, castigado injustamente y arrojado del cielo por un Dios
demasiado severo.
Me recuerda, en cierto modo, al mito griego de Prometeo,
benefactor de la humanidad ante el todopoderoso Zeus. Prometeo nos regaló el
fuego y siempre buscó el bien para sus muñecos
de barro, pero sus desencuentros con Zeus trajo muchos problemas para él y para
todos nosotros (cuando Pandora abrió la dichosa caja con todos los males del
mundo y todo eso). Según esto que exista el mal repartido por el mundo en
realidad es por culpa de Zeus y Prometeo sufrió castigo atroz por defendernos.
Como veis las creencias son un poco relativas si nos molestamos en hurgar un
poco en su historia. Decidle a un griego antiguo que eso era mentira y que lo
del Diablo es verdad... se ofendería muchísimo y dirá que los judíos y
cristianos copiaron su mito.
Nos han
enseñado a creer que el Diablo existe agazapado, que nos tienta, que intenta
que nadie sepa de él ni de sus planes para así poder actuar desde la sombra y susurrarnos
al oído, meterse en nuestra mente y provocando el que hagamos actos horribles. Los
psiquiatras desde hace ya mucho tiempo dicen que muchos de los casos más
extremos se tratan en realidad de enfermedades mentales de diverso origen que
trastornan nuestro juicio y nuestros actos, pero siempre hay alguno de esos
casos que por su complejidad reafirma la fe de los temerosos o los adoradores del
Maligno.
Lo cierto es
que al final echamos la culpa de nuestros más bajos instintos a un demonio que
nos provoca o a la enfermedad... pero también se la echamos a que tuvimos una
terrible infancia o a que la vida es dura, etc y que hay que ser espabilado
(eso me dijo uno que me hizo una buena jugarreta y se quedó tan ancho). Quitamos la culpa y la responsabilidad de
nuestras acciones como quien se quita el polvo sobre los hombros o se lava las
manos como Poncio Pilatos. Siempre hay un buen motivo que justifique lo injustificable.
Eso es mucho más cómodo y fácil que hacerse responsable de lo hecho y asumir
las consecuencias.
Yo no quiero
pecar de ingenua y menos aún de engreída, así que ante la pregunta de si existe
o no un ente maligno que entra en acción de vez en cuando en forma de asesinos en
serie, locura, guerras, posesiones, hambre y enfermedades, diré que para mí tan
solo es un símbolo de nuestra propia debilidad y maldad como seres humanos,
pero lo diré a media voz... ¡que no quiero que se ría de mí el Diablo!
Conocemos el
terrorismo, conocemos a los psicópatas de traje y corbata o con tacones y
Channel que se pasean por bancos y empresas, y conocemos a ésos que torturan
día a día con comentarios hirientes o sabotajes continuos a sus compañeros de
trabajo, pero el horror de verdad, con mayúsculas... no lo conocemos, lo
siento. Salvo algunas personas a las que les ha tocado la desgracia de lleno,
los demás vivimos inmersos en la cultura del bienestar. Sólo hemos oído hablar
de lejos de las guerras o de la peste, del hambre de verdad o de la esclavitud,
pero no hemos vivido nada en primera persona, solo en las películas o a través
de las historias de los más viejos.
Antiguamente
pensaban que el Maligno desplegaba sus alas sobre nosotros provocando todos
esos horrores incomprensibles o Dios nos castigaba por sucumbir al primero,
como si fuésemos peones de su juego de tronos, pero sinceramente, estaréis
conmigo en que nosotros solitos nos valemos y bastamos para liarla tanto en la
cola del supermercado como atarnos un cinturón explosivo en un aeropuerto.
Para mí, está
en nuestra propia naturaleza tanto la malignidad como la luz, y es nuestra
responsabilidad dominar a una y ensalzar a la otra, y si no que se lo digan a
Darth Vader o a Luke Skywalker. El mito se renueva con los tiempos, pero
nosotros seguimos con la misma lucha a nivel individual y social. Quizás
deberíamos entenderlo así, como dos cosas que cohabitan en nosotros, como los
famosos lobo blanco y lobo negro o como el Ying y Yang, cada uno es parte del
todo.
Me encantaría
que dentro de este orden del universo en el que vivimos fuera factible solo la
luz, pero los grandes sabios nos repiten que no habría luz sin oscuridad, así
que tendré que aguantarme. Ojalá descubrieran una terapia genética que
eliminara al menos la psicopatía tan destructiva y nos dejara solo con esas
luchas cotidianas que se pueden resolver con la negociación, el diálogo y la
buena fe. Hasta que llegue ese día supongo que el Maligno seguirá campando a
sus anchas.
Si os paráis
a contemplar la bellísima escultura dedicada al Ángel Caído, ubicada en el
Parque del Buen Retiro de Madrid, podréis ver al Diablo, aún con alas de ángel,
con rostro entre enfurecido y rebelde, con un cuerpo joven y armonioso rodeado
por una serpiente. Para mí refleja a la perfección la ambigüedad, lo difuso del
Bien y del Mal, el castigo merecido o desproporcionado ¡quién sabe!
La próxima
vez que veáis el ambiente cargado de maldad preguntaos quién es el Maligno,
quién es el instrumento de quién, si nosotros mismos o un ente perverso que nos
maneja. No os asustéis de lo que somos capaces de hacer aún creyéndonos una
"mosquita muerta" (las buenas intenciones también traen muchas
desgracias)
¡Hasta la
próxima y elegid ser buenos!
"Publicó en
1726 esta Historia del Diablo en la que sigue sus huellas y testimonios desde
los orígenes de la humanidad hasta la época moderna, haciendo gala de sus
vastos conocimientos políticos, históricos y literarios, de su erudición
bíblica y, sobre todo, de la sutil ironía que caracterizó su obra"
EL HORLA. Guy
de Maupassant
Desasosegante
relato en el que nos hace dudar si el protagonista padece una extraña enfermedad mental o si está siendo acosado por un verdadero demonio venido de
lugares exóticos dejando muerte y locura a su paso.
Ricardo
Bellver es el autor en 1877 de una de las poquísimas esculturas del Diablo en el
mundo. Maravillosa. Os diré que está colocada a 666 metros sobre el nivel del mar en Alicante, algo que no se sabía en la época. En Madrid siempre rondamos el número de la bestia arriba o abajo, así que no es de extrañar que coincida. Casualidad dirán algunos pero otros... ya estarán pensando otras cosas. Si preguntáramos los motivos por los que hay tanta gente haciéndose fotos en ella... miedo me da.
Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado
Milton: El paraíso perdido, canto I