Dicen que la nostalgia es insana y que recrearse en el ayer,
en el cualquier tiempo pasado fue mejor,
es irreal porque la pátina del tiempo dulcifica los recuerdos e incluso inventa
otros que jamás tuvieron lugar.
Dicen que cerrar los ojos e intentar regresar a un lugar que
ya no existe, con unas personas que han cambiado o ya n o están, es darse un
baño en la desilusión, es ser masoca, y que eso no ayuda a mirar al futuro para
alcanzar nuevos retos en esta carrera que nos han impuesto de ser felices a
toda costa, ser eficaces y lograr nuestros sueños.
Cuando la punzada de la prohibida nostalgia aparece la
apartamos de nuestra mente a manotazos, para no sufrir innecesariamente, porque
debemos ser optimistas y no deprimimos. Solo algunos valientes absorben algunas
rápidas caladas a escondidas de nostalgia y continúan como si nada.
La tiranía de la cultura del "Be Happy" hace que perdamos uno de los sentimientos más conciliadores
con el pasado de los que disponemos. La nostalgia nos consuela en momentos de
desazón y nos recuerda qué era eso de sentirse feliz dándonos pistas de lo que
podemos hacer ahora para lograrlo, a pesar de que las cosas no sean exactamente
igual.
Por ejemplo, recuerdo mi barrio durante los años '80
perfectamente. Cada tienda, cada vecino, cada cine, cafetería, pandilla o tribu
urbana pululante según qué zonas... sabía del vecino loco, del drogadicto y del
gamberro, de los abuelos que vivían solos y del que había salido en la tele y
se había hecho famoso y se había largado del barrio. Todo eso ha cambiado tanto
que cada vez que regreso apenas reconozco caras, costumbres o establecimientos,
tan solo me conecta con el pasado algún comercio de antaño que sobrevive tal
cual era. Otras cosas han mejorado, claro, pero el sentimiento de que "antes
todo estaba más limpio y la gente era más educada" sigue aferrado a
mí. Piensas en aquel balcón donde
pasaste tantas risas con gente que ya no sabes ni dónde está y miras de soslayo
aquel local donde ponían bebidas hawaianas y la conversación y el flirteo eran
tan fáciles. Esperamos toparnos al doblar la esquina con nuestros padres tal
como eran antes, con un amigo o con el perro que tuvimos y sentir el
reencuentro de momentos pasados irrecuperables.
El tufo de la nostalgia inunda ya todas las calles haciendo
cerrar mis ojos y desear que, al abrirlos, aparezca ante ellos mi verdadero
barrio, el que tengo aún en mi memoria y cuya verdadera alma sobrevive en los
siguen allí de toda la vida.
Sí, la nostalgia puede atraparnos y ponernos tristes, por eso
los cobardes la huyen, pero sin ella perderíamos la esencia de los buenos recuerdos,
de las historias que contamos a nuestros hijos o a nosotros mismos y nos ayudan
a fabricar hoy las nostalgias del futuro, como decía el poeta.
Se puede salir ileso y sin rasguños de nuestro encuentro con la nostalgia e incluso fortalecido. Podemos dejar que nos hable y recuerde cosas olvidadas para luego despedirla con un hasta luego. Miraremos nuestro presente con otros ojos y desearemos un futuro abonado con sus buenos sentimientos. Veremos el devenir de la vida como algo natural y nos reconciliaremos con el pasar de personas, modas y tiempos, porque todas las generaciones que nos precedieron la experimentaron de igual manera.
Así que dejad que la nostalgia ponga orden en vuestra mochila
de viaje y la airee de vez en cuando porque puede que encontremos algo que nos
ayude ahora y ni sabíamos que estaba ahí. Los buenos recuerdos nos llenan de
sabiduría, experiencia y nuevos aprendizajes.
¿Nostalgia? ¡Sí, por favor, dos cucharaditas, no
más!
De vez en cuando es bueno
ser consciente
de que hoy
de que ahora
estamos fabricando
las nostalgias
que descongelarán
algún futuro.
(Mario Benedetti)
"La verdadera patria del hombre es la infancia"
(Rainer Maria Rilke)
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres....
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así... ¡no te querrán!
(Gustavo Adolfo Bécquer)
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres....
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así... ¡no te querrán!
(Gustavo Adolfo Bécquer)
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